19.8.03

OBJECIONES VERDADERAS


Tengo que reprocharme que mis objeciones sean extemporáneas. La noticia de la instauración de la CVR durante el gobierno de Paniagua no se sometió nunca que yo recuerde a un amplio debate público. En apariencie no había necesidad: ¿acaso podría alguien oponerse al esclarecimiento de lo que realmente pasó? ¿Quiénes murieron realmente, quiénes los mataron, dónde ocultaron sus restos?

¿Quien podría oponerse a que, si esto fuera posible, el estado pudiera resarcir a todos los que perdieron algo o a alguien? Claro está, si esto fuera fáctica, humana e históricamente posible. Sin embargo, sostengo que un ciudadano puede ser adverso a la CVR proponiendo razones y sin necesidad de que sobre su alma se haya obrado una posesión demoníaca.

Aquí propongo algunos argumentos:


1) AL PRINCIPIO FUE EL VERBO:

La comisión tuvo el nombre “de la Verdad” y luego “de la Verdad y de la Reconciliación”.

Verdad es una palabra mayor. Y aunque es muy posible que los curas, los evangelistas y los militares no tengan dudas al respecto, los filósofos si saben cuan compleja e inasible suele ser la verdad. Los marxistas, bien entrenados en navegar las agitadas aguas de la dialéctica, tampoco ignoran lo indócil del concepto. Los fujimoristas, finalmente siempre tuvieron un sentimiento muy flexible ante este concepto.

Por la conformación de la CVR, podemos deducir que el informe deberá tener cuidadosos y largos prolegómenos para explicar a qué se refiere específicamente su nombre, irremediable ampuloso y/o efectista. Mi atención estará en la justificación del nombre (que presumo redactará el comisionado Lerner), especialista en filosofía. El trabajo de ponerse de acuerdo entre los miembros de la comisión de notables no ha de ser fácil.

La parte “Reconciliación” es por lo menos tan difícil. Sólo se pueden reconciliar los que se han disputado. Si los que se han disputado son el estado peruano y sendero luminoso, la reconciliación no parece posible. Por otro lado, si planteamos que la sociedad peruana es un grupo en el que hay diferencias irreconciliables, dudo que una junta de notables llamada CVR logre el ansiado sueño de la reconciliación nacional.

Pero el nombre de la CVR ya existía cuando se le propuso a cada comisionado su pertenencia al mismo, el nombre antecede a la creatura, al principio fue el verbo. Mi parecer es que por lo menos algunos de los comisionados tendrían que haberse negado a pertenecer a una institución con un nombre tan controversial.


2) EN EL PERÚ, LAS ENFERMEDADES O SE CURAN SOLAS O NO SE CURAN NUNCA

Es triste, pero la historia del Perú, parece avalar con ejemplos innumerables el cumplimiento de esta cínica ley empírica.

La CVR es producto del trabajo persistente de un grupo de instituciones no gubernamentales que desde los años 80 se ocupa de la defensa de los derechos humanos. Que estas instituciones tienen vínculos con grupos de ideología marxista y con un sector de la iglesia, no es secreto para nadie. Pero ser marxista, como ser aprista, o cura no puede descalificar a nadie.

Habiéndose dado por concluido el período de violencia política, estas instituciones quisieron dar continuidad a su labor de los últimos 20 años impulsando una junta de la más alta credibilidad posible, que aborde la tarea de “cerrar las heridas”, esclarecer los eventos luctuosos que hubieran sido oficialmente ocultados o soslayados, esclarecer la suerte de las personas declaradas “desaparecidas”. Todo esto es absolutamente justificado.

Lo dudoso es que el propósito básico de cerrar las heridas pudiese lograrse.

La situación es previsible y tiene antecedentes cercanos: la presunta curación de las heridas de unos significa de hecho la apertura de nuevas heridas. ¿La misión de la CVR era entonces determinar cuales se abren y cuales se cierran en mérito a la VERDAD?

Se ha dicho que tal misión es absolutamente impostergable y que compromete la continuidad del país como nación.

Es dudoso que tal argumentación desmienta la triste lección de la historia: podríamos ir más atrás pero aceptemos un somero y caprichoso repaso del catálogo de nuestras tragedias nacionales a partir de 1532.

Ese año, en Cajamarca, 400 soldados españoles masacraron a un ejército de 60,000 cuzqueños dando inicio a una proceso de sometimiento que en un siglo y medio causó la merma de la población en 6 millones de personas. Más de 200 años después, en 1781 ocurrió la más importante rebelión india contra el poder español. La represión realista devolvió multiplicadas las atrocidades que se ejercieron y acabó definitivamente con las expectativas de expulsar a los españoles para reinstaurar el imperio de los incas. En las guerras de la independencia no se luchaba más por retornar al incanato: los españoles criollos se habían cansado de pagar tributo al rey. Los ejércitos, en ambos bandos, estaban conformados mayoritariamente por indios, como es natural. La cantidad de muertos es indeterminada. Y la mortandad del pueblo indio y mestizo continuó con las guerras entre caudillos militares.

La guerra con Chile es otra gran tragedia nacional. La muerte, el hambre y la traición afligieron una vez más a nuestro pueblo. Otra vez las víctimas son innumerables. En el año de 1932, llamado "el año de la barbarie", se ejecutó el primer bombardeo aéreo en la historia de la aviación mundial (antecediendo a la tristemente célebre Legión Condor). El protagonista, la FAP. El objetivo: la ciudad de Trujillo en el Perú. Y nunca ninguna de estas tragedias escogidas al azahar necesitó del alivio que le brindara una junta de notables que se dedique a curar esas terribles heridas espirituales. Podemos volver a la actualidad y preguntar con el debido respeto por los muertos: ¿Por qué razón, una guerra mal curada con 25,000 bajas va a interrumpir el inverosímil proceso de construcción de la nacionalidad peruana? La historia del Perú no ha comenzado hace 25 años.

Una comisión de ajuste las cuentas no es mala idea. Pero sostener que la viabilidad de la nación dependa de ello es delirante.


3) LOS “CÍVICOS” (Y LOS CAVIARES) EXISTEN

No sé qué malabar podrían hacer nuestra junta de notables (la CVR) para que sus conclusiones no tengan sesgo político. No creo que tal cosa sea posible.

La institución de la CVR no tiene origen en un evento onírico como el del generalísimo don José de San Martín poco antes de inventar la bandera peruana. Tanto Paniagua como Toledo, cumplieron con acuerdos previos y multipartidarios, compromisos de las mesas de concertación por ante la OEA y que se prepararon en la misma cocina en que se gestó la debacle del gobierno fraudulento de Fujimori.

Los gestores de la CVR no son un misterio: son las ONG de defensa de los derechos humanos vinculadas con rezagos de la izquierda marxista, las organizaciones de los sectores liberales de la iglesia católica, rezagos del movimiento neoliberal que lideró Mario Vargas Llosa en los 90, y los partidos políticos más desgastados durante el período fujimorista y durante el régimen en curso.

El informe de la CVR es por lo menos el intento de escribir un acta fundacional de un novedoso (peron nada nuevo) movimiento político que es a su vez heredero de una largamente asentada tradición.

Los medios de comunicación adictas al fujimorismo acuñaron hace tiempo el término “cívico” para denominar a un grupo que sin pertenecer al partido de gobierno, era muy influyente y participaba de una considerable cuota de poder. Fernando Vivas, periodista de Caretas, publicó su mortificación por denominar con ese término a los “demócratas de centro”. No les agrada la denominación “cívico”. Pero es imposible negarles el atributo de la sustancia: los “cívicos” existen. Les tenemos que denominar provisoriamente de esa manera hasta que ellos mismos tomen un nombre que les parezca apropiado.

Gracias a la CVR la opinión pública en el Perú se ha polarizado. No me parece que esto sea necesariamente malo. Muchos jóvenes hallarán que la política no tiene que ser algo repugnante, y que mientras más personas de sólida moral adopten la lucha política, tanto mejor para la sociedad.

El insigne pintor Fernando de Szyzslo afirma sin ápice de malicia en una entrevista periodística:
“... no se puede vivir de espaldas a lo que pasó si queremos ser un país viable algún día. Hay tres conjunciones en contra de la CVR: en primer lugar los apristas, en segundo lugar algunos militares y en tercer lugar, por supuesto, la mafia del fujimorismo. A ninguno de ellos le interesa que se sepa lo que pasó.”
(El Dominical de diario El Comercio 24-8-03)

La obra de Szyzslo se inspira en el pasado prehispánico, sin embargo parecería que nos quisiera convencer de que la historia del Perú empezó en los 80. ¡No “vivir de espaldas a lo que pasó” implica mucho más que ocuparse de los últimos 20 años!

Su mensaje es claro, sólo hay UN tipo de peruano que desea la viabilidad de la nación. A ese tipo no pertenecen ni apristas, ni algunos militares, ni mafiosos fujimoristas. No hay medias tintas. Los únicos que desean y tienen lugar en un país viable sólo pueden pertenecer a uno, el mejor de los grupos en que está dividido el país: el de los buenos.

Ese es el lado siniestro del asunto. La separación del cosmos entre dos bandos irreconciliables: los ejércitos angélicos y las hordas satánicas. En esta idea hay una nota de conservadurismo tarado y despreciable: la voluntad de repetir al infinito las miserias de nuestra historia.


4) Cómo escoger los miembros de una junta de notables en el Perú

(continuará)