28.5.06

Yo no soy ése

Luego del boom de la vertiente cívico-moralista que impuso su anterior éxito editorial “Hay espacio para todos”, la escritora Diana Cornejo nos sorprende con su nueva publicación (por el momento en circulación restringida).

El nombre del relato, Midtown Madness, presumiblemente ha sido tomado de un juego de computadoras en el que se recrean inciviles competencias automóvilisticas, a la manera vertiginosa de “French Connection”, por las calles de la ciudad elegida por el jugador para ejercer su ansia de devastación. Así como en el juego se atropella, machaca y mata lo que está al paso, sin miramientos por las reglas, así obra la autora en detrimento del estilo que la hizo célebre.

En este curioso relato onírico-hospitalario, de raigambre surrealista y humor negro, la protagonista cuenta su peripecia con el relajo con que se cuenta un sueño: Después de esforzarse por ser admitida en una clínica, sufre desatenciones reiteradas que la desaniman de proseguir los exámenes médicos. A pesar de las severas circunstancias que impone el hospital, la paciente se permite ejercer su capacidad de seducción con el padre indefenso de un niño que está al borde de la muerte. Notoriamente, la lógica corriente está ausente del relato, en cambio se abunda en elementos alimenticios para las vocaciones psicoanalíticas: el hospital, la madre actriz, la gente que se cae de los techos, la indeclinable voluntad de seducción, la dominación, el encierro, el hermano que abre puertas.

La narración es fluida y agradable aunque adolece de agujeros desconcertantes: uno sobre una anécdota japonesa de hora undécima, el otro, sobre una sobrenatural ocurrencia en que se materializan los pensamientos del niño herido.

Finalmente debo confesar una sensible decepción personal: luego de alucinarme personaje de los sueños de la autora al principio, al final me he dado cuenta que ese Gonzalo no era yo.

17.5.06

El sueño de Rosa María

Envuelta en el delicado perfume de sus almohadas, Rosa María piensa que en pocos días deberá elegir entre dos probables autores -el uno intelectual, el otro algo menos- de delitos muy graves contra el género humano.

Segura de su predestinación para escoger lo justo aunque no le fuera de provecho personal (que no partan en mitades al infante, que suelten a Jesús y no a Barrabás), esta circunstancia le parece más parecida al terrible “Mátame un hijo” requerido a Abraham.

Piensa que votar viciado o en blanco es reeditar la actitud asquienta de Poncio Pilatos pero devaluada por el anonimato y, confiada en la oportuna iluminación que la ayudará a decidir, se dispone al reposo.

Durante meses, la candidata de su preferencia había aceptado con humildad los buenos augurios de las encuestas y el sinfónico regocijo de los medios de comunicación, pero repentinamente se había hallado en el desamparo ante un confuso escenario de miembros de mesa, personeros, funcionarios ariscos de la ONPE, del JNE, de la Cancillería. Definitivamente no le habían dicho toda la verdad.

Habían omitido que bastaba que algún maligno la señalaran como la "candidata de los ricos" para que el trabajo de tanto tiempo se desmoronara como una escultura de arena. ¿Acaso no habían recorrido el país llevando la esperanza a los más pobres, no habían bailado huaynos, comido papas y bebido chicha en vaso comunitario? ¿Qué faltó para persuadirlos de que no era la candidata de los ricos?

¿Qué faltó para lograr que la eficiente y bien educada derecha ganara las elecciones. Qué remedio podía evitar el triunfo de la envidia, del resentimiento, del rencor entre razas?

Cuando abre los ojos, cree tener la respuesta: para dar su voto resignado a Alan García, convertido por la pesadilla electoral en contrahecho salvador de la democracia, necesita que éste pida perdón al pueblo. Pero no de la manera elusiva propia de un político criollo. Que muestre arrepentimiento sincero y que pida el perdón del pueblo de una manera satisfactoria.

Arrepentimiento, penitencia y perdón
La ética cristiana exige el arrepentimiento sincero como condición para la salvación del alma. Pero en el ámbito terrenal, la sinceridad del arrepentimiento siempre debe someterse a la subjetividad de los juzgadores. Las palabras o los signos externos del arrepentido no son necesariamente suficientes para llevar a la certidumbre de un arrepentimiento verdadero.

La penitencia, en cambio, es un intento de prueba tangible del arrepentimiento y suele ser condición para el perdón. Judas Izcariote demostró su presumible arrepentimiento de una manera inapelable. En el medievo la penitencia se relacionó con la humillación y la mortificación de la carne. La Inquisición utilizó métodos extremos para producir confesiones y arrepentimientos. Las procesiones de penitenciantes con San Benitos, capirotes y velas verdes hicieron de la penitencia un acto público (que no siempre otorgaba el perdón en este mundo).

La autocrítica es en la política el equivalente de la penitencia aunque tampoco garantiza la rehabilitación. Por ese motivo, siempre que se ha tratado de temas fundamentales, la autocrítica ha sido una práctica poco común, o poco discernible, entre los políticos.

Los partidarios de García afirman que él ya ha hecho la suya aunque no haya satisfecho a todos y que, además, presentarse a las elecciones es someterse a las furias o a la clemencia de los ciudadanos.

Los electores que no votará por Humala en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 2006 se compone de los que ya votaron por Alan y probablemente lo volverán a hacer sin necesidad de mayor trámite. Los que reconociendo el desastre de su gobierno tienen la seguridad de que Alan tiene la capacidad para hacerlo mejor. Los que jamás perdonarán su incompetencia y están seguros de que un segundo gobierno sería igual al anterior. Los que podrían perdonar los errores de un primer gobierno pero no pueden perdonar sus presuntos delitos contra la humanidad. Los que sin perdonarle, votarán por él porque le tienen menos miedo que a Humala. Y los que necesitan, tal vez, de ese gesto indefinible que les permitirá decidir en el último instante.

11.5.06

Memorias de la guerra sucia

Una de las quejas más banales de la primera fase de la elección presidencial peruana ha sido la del grupo político que quedó tercero. Ellos acusaron a los 2 primeros de haber motejado a su lideresa como "la candidata de los ricos". Es casi un mal chiste, pero pareciera que a los estrategas de Unión Nacional la producción de esta frase poco ingeniosa los agarró desprevenidos.


Es claro que un algún sector de los votantes de Lourdes Flores pertenecían o a la riqueza, o a la extrema riqueza. Pero, ¿acaso El Perú tiene 3 millones de ricos?... Entonces ¿Hay justificación para la lisura de motejar a Lourdes como "la candidata de los ricos"?... Es muy discutible. Pero entre muchos de sus partidarios existe la opinión de que esa acusación fue causa determinante de la derrota.

Generalmente, sin embargo, los candidatos no ignoran que el escenario político peruano está lejos de ser el reino de los buenos modales. Alan García sabía por ejemplo que le iban a decir asesino, corrupto, mentiroso, incompetente, loco, etc. todo lo cual le fue dicho en todos los tonos. Igualmente, Humala sabía que lo que a él le tocaba era asesino, cachaco autoritario, bruto, improvisado, títere, apañador de reciclados de todo pelaje. Ante este panorama de apocalípticos atributos, ser solamente la "candidata de los ricos" ya no luce tan terrible.

Buscando racionalizar la debacle electoral, los partidarios de Lourdes Flores resaltan la llamada “guerra sucia” y la sindican como determinante para la derrota. Sin afirmar que fuera el único error, es interesante que coincidan en reconocer como el error principal “el no haber respondido a tiempo” a la terrible injuria.

¿Qué pasa con la autoestima de los ricos?
Según toda apariencia en el Perú no hay peor estigma que ser “el candidato de los ricos” y esto nos debe llevar a preguntarnos qué hay tan de malo en ser ricos. (Para quienes nos hemos pasado la vida intentando vanamente llegar a ser ricos, éste es un tema francamente perturbador)

Ignoro cómo serán las campañas políticas fuera del Perú, pero aquí, aun si se prueba lo contrario, todos los candidatos afirmarán que son el “candidato de los pobres" y nadie, pero Nadie se atreverá a decir con dignidad "soy el candidato de los ricos ". ¿Por qué, señor, los seres no son de igual valor?

A favor de nuestros políticos debemos decir que por fortuna todavía nadie se ha atrevido a dar el salto y mandarle a alguien la chapa de “candidato de los blancos”. ¿Será sólo cuestión de tiempo...?

¿Es que somos realmente un país de resentidos en que la envidia se ha entronizado? La constatación de este fenómeno nos sume en siniestras cavilaciones y aporta argumentos a los desesperanzados que afirman que somos una republiqueta inviable.

Preferimos imaginar en las próximas elecciones algún redentor de los ricos que salga al frente con algún eslogan como:
- Somos ricos y qué
- Si, somos ricos pero queremos que todos los demás también lo sean
- Somos el partido de los peruanos emprendedores exitosos
- Somos el partido de los peruanos que sabemos como se hace la riqueza
Pero aun así, un éxito electoral de tal hipotético candidato sería muy sorprendente para decir la verdad.

Por otro lado, el mismo hecho de que los ricos intervengan en política debería proponer con justicia esta interrogante:
Si los ricos nunca pueden llegar a gobernar el país, ¿cómo es que han podido hacerse ricos?. Y si ellos no han necesitado ser gobierno para hacerse ricos, entonces ¿por qué se esfuerzan tanto en llegar a gobernar?

No será que así como la izquierda tiene éxito en lograr la supervivencia uniéndose fervorosamente al outsider de turno, así los ricos dejan relajadamente que las elecciones las gane cualquiera para luego "unirse" suavemente a él.

8.5.06

IDICE o el arte de la adivinación ( I )

Atrapada en esta estancia desconcertante, El Presente, la naturaleza humana no declina su fascinación por el incógnito océano del porvenir y rehúsa las plácidas sugerencias del carpe diem.
El conocimiento del pasado brinda un argumento poderoso para satisfacer esta inclinación. “Los hombres y los pueblos que ignoran su historia están obligados a repetirla”, dice una famosa sentencia. Pero es un hecho que conocerla no exime a los pueblos del gusto culpable por la reincidencia. Por otro lado, las imperturbables estadísticas afirman que entre los que llevan un diario personal hay alta tasa de suicidios exitosos.

Por lo pronto, el conocimiento de la historia, es insuficiente para satisfacer la obsesión humana por conocer el porvenir y beneficiarse de ese conocimiento. K. Dick, gringo alucinado por el futuro, creador de la historia de la película Blade Runner (que muriera sin gozar de un dólar de las ganancias de este clásico del cine), conjeturó en su novela "Minority Report" una sociedad futura en que los crímenes pudieran evitarse antes de que se cometan mediante un sistema mixto de adivinación, estadística y gran potencia de cómputo.

Desde los albores de la humanidad el hombre buscó un atisbo del futuro en la inspección de las entrañas de prójimos y animales, en los intrincados enunciados de los oráculos, en los arbitrarios sueños, en las formas en que el azar disponía varitas, hojas de te o de coca... En la antigüedad, la adivinación ocupaba un lugar muy próximo al ejercicio del poder, pero en los tiempos modernos, normalmente, el oficio parece haber decaído en prestigio. Pero tal vez esta constatación sea demasiado ilusoria.

La ilusión de que la adivinación como ciencia destinada a ayudar a gobernantes y emprendedores en el oscuro reino de los hados, ha decaído, se debe a la exitosa competencia de la teoría probabilística y a las ciencias sociales cuya feliz conjunción ha provisto de herramientas poderosas para predecir el futuro que gozan de amplio prestigio social.

La ciencia probabilística toma una pequeña muestra, pero adecuada, de un universo, la analiza apropiadamente y según los resultados hallados en la muestra, postula una aproximación a los resultados en el universo con un margen de error razonable. Tal vez estemos ante la versión contemporánea y adecentada del arte de los agoreros.

Pero la adivinación (cuando es infalible) sigue siendo mejor que los sondeos de opinión ya que no tiene margen de error. La falibilidad por desgracia sigue siendo una característica constitucional de los humanos. Pero para un futuro tal vez no muy lejano, debemos a aceptar la posibilidad de que una potencia de cómputo ilimitada pueda llevar el error estadístico a límites negligibles y que por lo tanto las computadoras nos acerquen a la quasi infalibilidad en el vaticinio del futuro.

Por otro lado, aunque el apetito por conocer el futuro con la adecuada anticipación es general para todos los miembros de la humanidad, la mayoría de los hombres no tiene a su alcance a adivinadores de calidad ni a empresas de sondeos de opinión de seriedad garantizada. Como es natural, el conocimiento del futuro que puede otorgar la capacidad de anticipación, sigue siendo prerrogativa de los poderosos que quieren seguir siendo poderosos o de ricos que quieren ser más ricos.
IDICE o el arte de la adivinación ( II )

En El Perú las empresas de sondeos políticos se dividen en 2 grupos: las serias e IDICE.

El grupo de las serias se caracteriza por su insobornable imparcialidad y por un núcleo de profesionales de alto perfil. Por esta razón son normalmente muy caras y sus servicios sólo están al alcance de instituciones poderosas. IDICE, en cambio, tiene lazos con el partido aprista y esta parcialidad, aunque no confesa, la aparta de las encuestadoras serias. Además, añade aspectos poco favorables a su imagen con un local institucional ubicado en un barrio populoso de pequeños talleres metal-mecánicos y ladridos de perros, y la única institución que no carece del valor para encargarle encuestas es la universidad Garcilazo de la Vega (que curiosamente también es sospechosa de aprismo). Y nadie sabe en qué pueda aprovecharle a una universidad privada una encuesta política.

Historia de una adivinación
Una de las condiciones para que las adivinaciones sean apetecibles es que permitan que se saque provecho ellas. Otra es que el provecho esté a buen recaudo de las multitudes y a discresión de los pocos y elegidos. Obviamente, esto exige que los adivinos dictaminen antes y no después de los hechos.

Que la difusión pública de las encuestas pueda o no interferir en el libre ejercicio de la voluntad popular es discutible pero, si fuera verdad que IDICE es una emanación aprista, esto indicaría que el APRA cree positivamente que si influye. Otros opinan, contradiciendo al sentido común, que las encuestas sólo proporcionan inocuas instantáneas del temperamento popular sin que ello pueda utilizarse en formar una predisposición a votar por tal o cual.

No fue extraño entonces que en la campaña política peruana de 2006, los sondeos de IDICE hallaran resultados que en numerales u ordinales, de alguna manera favorecieran al APRA. Muy a contrapelo de las encuestadoras serias que con la misma consistencia pero de manera coral, favorecían la candidatura de Lourdes Flores.

Los diarios y televisoras que publicaron en sus primeras planas estos resultados serios, mencionaron los resultados de IDICE, si lo llegaron a hacer, casi con roche. Con la misma convicción con que podrían dar la noticia de una cita con extraterrestres en la playa de Chilca.

En el grupo de las encuestadoras serias, la consistencia y la coincidencia de los resultados, excluía de la carrera al candidato aprista y revelaba la tendencia triunfal de la candidata de UN. Sólo para IDICE, García mantenía indeclinablemente una posición expectante.

A un mes de las elecciones, sin embargo, hasta las encuestadoras serias empezaron a detectar que la aceptación de García crecía, aunque muy tímidamente: era claro que no se trataba de una atropellada. Pero la última quincena previa, IDICE ya daba el 2do lugar a García mientras que las encuestadoras serias lo mantenían en 3ro, aunque admitiendo pendientes inversas en las curvas que no excluían la posibilidad de que éstas se llegaran a cruzar antes del día electoral.

Lo cual finalmente ocurrió: Alan García pasó a segunda vuelta en 2do lugar y desplazó a la candidata que poco antes fue favorita para llegar primera, al tercer lugar.

Pero lo más extraordinario de esta curiosa campaña adivinatoria es que, a pesar de todo, ninguna de las encuestadoras serias se equivocó: a boca de urna, todas las ellas dieron el 2do para García. Ninguna se equivocó. Sólo es justo mencionar el detalle diferencial de que IDICE tuvo a su disposición las artes necesarias para hacer una predicción pública del futuro con la anticipación debida y no después de los hechos, como las encuestadoras serias.

Y no es la primera vez... IDICE ha anticipado certeramente el resultado de 3 elecciones recientes y en todos los casos, oponiéndose a la los resultados de las encuestadoras serias. Quienes creemos en la seriedad y la decencia como valores imperturbables nos hemos quedado perplejos.

5.5.06

IDICE o el arte de la adivinación (III)

UNA GUIA PARA ESCOGER ENCUESTADORA
No se ha querido sugerir que IDICE fuera la única encuestadora seria mientras que las demás no lo eran. Se ha querido llamar la atención sobre el hecho de que esta encuestadora aprista (“no seria”), tendría que poseer un argumento secretísimo para ser certera sin necesidad de ser seria. Un argumento infalible para lograr el propósito único y máximo de todo adivinador: anticipar el futuro.

Si descartamos causas sobrenaturales que expliquen estos éxitos, y no nos es posible concebir que IDICE la aprista, posea matemáticos y científicos sociales que excedan la sabiduría de la competencia seria, no quedaría más que afirmar que IDICE basa sus éxitos exclusivamente en su buena suerte. Pero nada garantiza que esa racha de suerte de IDICE continue.

Poniéndose imaginariamente en el trance de escoger la encuestadora de nuestros sueños: la consideración de los resultados nos llevaría a considerar como buena y honrada a una encuestadora que acierta consistentemente. Si no acierta, o si acierta a destiempo, es digna de duda de incompetencia o corrupción. Es claro que este criterio nos obligaría a contratar a IDICE.

Pero si estamos convencidos de que IDICE es sólo una institución suertuda, tendremos que agenciarnos otro criterio para seguir la búsqueda.

EL MONJE, EL ENCUESTADOR Y LA FE PUBLICA

No hay profesión que más precise de una virtud impecable que la del encuestador: si una empresa de sondeos políticos, se tomara libertades con la ciencia para favorecer una determinada opción violentando el testimonio de la realidad, la fe pública sería bestialmente violada. Y la empresa disminuiría notablemente sus posibilidades de supervivencia. Teóricamente, claro está.

El perfecto encuestador tendría que ser fidedigno como un cura. Tendría que observar una moral rígida en su vida pública y privada. Tendría que hacerse patente mediante una especie de sotana que todos reconozcan para que pueda ser permanentemente observado. Y aunque esto fuese factible, sería insuficiente. No es posible tener una prueba objetiva de la decencia. Y la búsqueda tendría que continuar en el terreno de lo subjetivo. No es muy alentador, pero habría que escoger "al que me parezca más serio" para depararnos alguna efímera paz interior.

Las encuestas políticas serían irrelevantes si nunca llegaran a ser publicadas por los medios de comunicación. Si los intereses de un partido político, las encuestadoras y los medios de comunicación, fueran coincidentes, la fe pública estaría indefensa ya se trate de una dictadura como de una democracia. Los mecanismos de defensa con que cuenta la fe pública son insuficientes y no se han actualizado en concordancia al desarrollo de los medios de comunicación. La libertad de expresión y la fe pública y hasta la libre empresa se encuentran en una circunstancia de entrampamiento debido a que no se puede prohibir las encuestas, no se puede prohibir su publicación y no se puede impedir que la fe pública sea deformada.


De hecho, los medios de comunicación otorgan mucho de la relevancia de que gozan las encuestas políticas. Y eso es ya otra historia que nos podría llevar a imaginar un escenario orwelliano en que los intereses de un partido político, las encuestadoras y los medios de comunicación, resultaran coincidentes. La fe pública estaría inerme en dictadura como en democracia.

UN PARTIDO, UNA ENCUESTADORA
Los mecanismos de defensa de la fe pública son insuficientes y reaccionan tardíamente al cambio vertiginoso de los medios de comunicación. Los conceptos de libre empresa, libertad de expresión, fe pública se hallan en una circunstancia de gran confusión.

Y ya que no sería elegante (ni siquiera posible) prohibir las encuestas, o su publicación y por lo tanto no se puede impedir que la fe pública sea manipulada en sus entrañas, nos permitimos plantear tímidamente una solución.

Si nos atenemos a que la única encuestadora con probables lazos partidarios tiene un récord de exitos por encima del estándar... ¿por qué no propiciar la política de un partido, una encuestadora?

La virtud de cada partido político podría medirse por la actitud de sus encuestadoras. La confrontación de resultados versus votación develaría cuánto, y con cuánta concha se desenvuelve cada partido. Y esto sería una gran ayuda para la toma de decisiones electorales.