12.7.08

Ejercicios espirituales para gente de izquierda

“con esa lógica peculiar que da el odio, juraban que nunca había pisado la China
y que en los templos de ese país había blasfemado de Alá.”

(La busca de Averroes. J.L. Borges)


Hace algún tiempo me rondaba la idea de fundar un blog en que se ejerza la crítica ilustrada de la publicidad, ésa que se emite en la chusca televisión de señal abierta, y que está diseñada para el vasto público. Acaso no lo he hecho todavía por el temor de que el tema resulte muy exigente y me obligue a escribir demasiado seguido.

La historia de la publicidad en la televisión ha sido pródiga en comerciales de triste recordación, desde los sosegadamente estúpidos hasta los ofensivos y los francamente racistas en un país en que “todos somos cholos” y los indios son una especie ya extinta. Y puesto que los comerciales pretenden ejercen su ansioso influjo en el espacio de lo deseado, siempre encontrarán un caldo de cultivo rabiosamente fértil para el disparate.

Del ejercicio de la crítica, siempre me ha atemorizado la necesidad de hacer juicios éticos y estéticos en base a opiniones irremediablemente subjetivas. Tal vez no haya otra manera.

Tiempo atrás, ejercí con fervor el anticlericalismo por una razón fundamental: me negaba a aceptar que los curas se arrogaran por costumbre, prestigio, o derecho divino la pericia infalible para distinguir entre el bien y el mal. De entonces, me queda el espíritu de desconfianza contra cualquiera que pretenda imponerse como arbitro de la decencia, de la inteligencia, o de la corrección política. Un espíritu de franca abominación, contra los bienaventurados que se computan ungidos por nacimiento (o algo) para ejercer el apartheid de la inteligencia y la decencia, y cuyos mas conspicuos representantes en los tiempos actuales ya no son curas, al menos en apariencia.

El ámbito de la propaganda política es especialmente aciago. Todos los gobiernos o partidos, que recuerdo desde el gobierno militar, han practicado una política propagandística improvisada, poco elegante, poco original, pero a veces no poco efectiva. El partido aprista, tan segregado por sus detractores de los exclusivos predios del esprit de finesse, tiene el curioso galardón de haber utilizado las propagandas políticas más recordables o polémicas en los últimos 30 años: extraídos al azar, están el spot “el Apra es el camino” de los 80 (basado una memorable secuencia de la película Cabaret), el spot en que Alan cantaba “y se llama Perú” a duo con el zambo Cavero, y para los más jóvenes, el spot de las estrellitas animadas bailándose un perreo chacalonero.

De otros partidos políticos, el único spot que recuerdo, es el sensacional “El incháustegui” y como caso singularísimo de las canteras de la izquierda (aunque fuera de la TV) se recuerda los el despliegue de cubos de cartón en los postes de alumbrado de la lideresa Gloria Helfer, y a ella misma planeando cual pelícano sobre las contaminadas aguas de la Costa Verde y Larcomar.

Por otro lado, el reciente spot del Partido Aprista en que se muestra a Montesinos declarando en un juicio público que “en la década del 90, el Sutep nunca hizo una huelga al gobierno del presidente Fujimori” no ha fue efectivo en su voluntad de socavar el paro parcial del 9 de julio porque fue torpedeado por una andanada de críticas por parte de los analistas políticos y agitadas clamorosamente por los medios.

El resultado fáctico es indiscutible: El partido de gobierno ha sufrido una derrota en el ámbito mediático. El spot tenía potencialmente grandes posibilidades de conmover a la opinión pública porque su mensaje era esencialmente verdadero (ninguno de los analistas políticos podría negar que en los 90 el SUTEP mantuvo su beligerancia muy por debajo de los estándares habituales). Aunque haya sido el mismo Satanás el que lo afirmara, la proposición es estadísticamente constatable.


¿Qué pasó, medita el contrito, con estos acontecimientos?
Muchos recordamos al diablito que dice por una oreja que nos reventemos la plata mientras que en lo otra oreja un angelito nos dice que mejor ahorremos en el banco. Para persuadirnos de ahorrar, el angelito requiere de una pequeña ayudita del maligno. Evidentemente, en los anales del mundo de la publicidad, el procedimiento de utilizar al demonio no es nuevo, lo que sí parece serlo sorprendentemente, al menos en nuestro país, es la discusión de temas éticos concernientes a la publicidad. Lo cual me parece una práctica encomiable.

Sin embargo, es novedoso que el uso publicitario de fragmentos de testimonios judiciales hayan venido a causar una conmoción moral de esta naturaleza. Por el contrario, existen antecedentes en que fueron aceptados con relajo y hasta fueron celebrados por su ingenio por muchos de los que acaban rasgar teatralmene sus vestiduras.

El primero que recuerdo de hace unos años, fue el de uno de los videos en la “salita del SIN” en que Montesinos aparecía diciendo que “Del Castillo no era de los conversables” y abogando por contra, a favor de quien hoy es el primer ministro. El spot político que usó el fragmento, nunca lastimó el tejido moral de nadie, hasta donde recuerdo, y más bien debe haber ayudado a la elección del mencionado Del Castillo.

Otro caso es más reciente. En las primeras sesiones del llamado “juicio del siglo”, interrogado el ex-presidente sobre si conocía de un caso “que hasta había salido en Caretas”, Fujimori declaró que “en ese tiempo él no leía Caretas”. La mentada revista utilizó esta última frase para una exitosa campaña publicitaria por radio y TV en que se usaba la cita del reo con la previsible moraleja de que para estar debidamente informado nunca se debía dejar de leer Caretas.

A pesar de todos estos antecedentes, el partido aprista, que posee un record de propagandas memorables perdió clamorosamente con el reciente spot: se criticó virulentamente el uso de Montesinos como argumento político y se acalló totalmente el contenido del spot: la blandura del Sutep con la dictadura de los 90 y su bravura con los gobiernos de origen democrático.

Cuando he conversado sobre el tema con algunos de mis virulentos amigos izquierdistas, al principio se han sorprendido de que un uso publicitario de Montesinos o Fujimori tuviera antecedentes tan cercanos, y a continuación han buscado diferencias de naturaleza ontológica inaceptables: “una cosa es usarlo para vender una revista y otro es usarlo en contra del Paro Nacional” en franca violencia contra el imperativo categórico kantiano.

No es el reclamo de un doble estándar lo que inspira a Montesinos para decir que es lícito cometer delitos cuando se trata de una buena razón de estado?

Pero el hecho político no admite discusión: el spot fue un descalabro cuyo resultado debe ser atendido cuidadosamente por quien concierna. Hay quienes no necesitan pertenecer ni al partido del comandante Humala, ni a Patria Roja, (el único partido de izquierda en actividad fuera de períodos electorales), gente que no están en extrema pobreza, que no sufre expoliación ni contaminación por parte de las mineras, gente no excluida sino todo lo contrario, gente que está entre las personas a quienes favorece el actual estado de la economía y que a pesar de éso ha aceptado la sutil pero no inocente invitación a criticar el famoso spot.