8.8.11

Desde el jardín de la cultura

Sin saber leer ni escribir, un jardinero de mengua- das luces cae en un capri- choso torbellino de even- tos que lo encumbran vertiginosamente a la posición de consejero presidencial en la Casa Blanca en temas de alta política económica. Y todo esto, sin causar ninguna turbulencia perceptible en el universo de las finanzas norteamericanas.

A pesar de su inteligencia deficitaria y de haberse pasado toda la vida aislado del mundo, con un televi- sor como único enlace hacia el exterior, el personaje interpretado por el inolvidable Peter Sellers, logra aciertos espectaculares gracias a su dulzura natural y al conocimiento sólido de su pequeño pero florido universo, y logra mantener contentos a sus potentados valedores del lado fulgurante de la sala. Del otro lado, fascinó a los espectadores de principios de los 80, entonces como ahora, bien dispuestos a denigrar a funcionarios y políticos ilustrados y eficientes, pero soberbios y de frío corazón.

La película, llamada “Desde el Jardín”(1), sugería que la docta ignorancia del simple, acompañada de una dulzura natural y la obra misteriosa de la poesía puede reemplazar ventajosamente a los estudios académicos caros, a muchos años de afanosa carrera pública, o a la astucia política, en el propósito de tomar puestos de liderazgo, y ejercerlos con decoro.

Una reputada política y lingüista tildó hace algún tiempo a nuestro nuevo presidente de “cachaco ignorante”. No es del caso discutir aquí la pertinencia de tal invectiva, y más bien estaríamos dispuestos a ponernos del lado del agraviado, otorgándole el beneficio de la duda, a pesar de su profesión por el ejercicio de las armas. Pero es muy posible que el comandante Humala y su círculo de hierro conozcan y hayan gustado de esta película y sean admiradores de la profunda filosofía que encierra, según pareciera indicar el reciente nombramiento de la ministra de cultura.

Es verdad que Susana Baca es ajena a muchas de las características del personaje que encarnó Sellers -es inteligente, no es jardinera, y probablemente tampoco es una televidente a tiempo completo-, pero si es, a no dudarlo, una artista de gran mérito y representante señalada de la recientemente reconstruida cultura afro peruana (2). Ella no será profeta en su tierra, pero su extendido auditorio fuera del país le da lo necesario y lo suficiente, según ilustraría el hecho admirable de que en El Perú no trabaja con frecuencia. Al menos no lo hace como Dina Paucar o El Grupo 5. Sin sorpresa, no muchos peruanos pueden afirmar conocer un hit colocado por Susana Baca en la via láctea de los éxitos musicales vernáculos.

Sin embargo, nadie podrá negar que quienes han disfrutado de alguna de sus interpretaciones, de su singular carisma interpretativo y su cálida amistad, son los personajes apropiados. De ahí que la ganadora del Grammy Latino de 2002, Susana Baca de la Colina, haya logrado un consenso de voluntades muy sólido (y absolutamente envidiable para quien debuta en política) en el campo de los artistas y los intelectuales, para quienes, supuestamente, es de mucha importancia lo que pase en el Ministerio de Cultura, herencia del recientemente relevado gobierno aprista.

Estas y otras consideraciones deben haber sido barajadas en el seno del círculo de hierro del comandante que terminó por conceder que los candidatos más voceados no eran los más adecuados (tal vez, un Sinesio demasiado rojo y un Peirano demasiado blanco). Había que buscar un ministro, simpático con todo el mundo y que pudiera encandilar a los medios… y si fuera posible todavía, que lo adornaran los requisitos usuales de otros ciudadanos ministeriables, es decir, el uso sustentable de sus facultades mentales, algunos grados académicos, experiencia profesional y bueno… algo de manejo y afinidad en el ejercicio de la política.

Susana Baca cumple con algunos de estos requisitos, de eso no hay duda. Pero se presume que también ha sido beneficiada por algún intelecto esforzadamente analógico y geopolítico de la intimidad humalense, con un razonamiento por el estilo de:
Lula es a Gilberto Gil, como Humala es a …
a) Dina Paucar
b) Gianmarco
c) Manuelcha Prado
d) Eva Ayllón
e) Susana Baca
con el desenlace que ya se conoce.

Nadie hasta ahora en el difuminado ámbito de la cultura ha objetado publicamente una designación tan audaz y original. Pero no nos extrañe que algunos prohombres de la cultura, aun simpatizando con Humala, podrían haber quedado -in pectore- un poco desconcertados… Y es que resulta verdaderamente difícil pensar que con alguna otra cartera se haya procedido con tanta quimba y lisura como para entregar el ministerio de Agricultura a un apasionado jardinero o el Ministerio de Vivienda a un exquisito decorador… Probablemente los agricultores y los constructores ya habrían puesto el grito en el cielo... pero quienes abrigamos la impúdica certeza de que la cultura es un asunto de nuestra incumbencia, mantenemos un insólito silencio mientras nos abate la sospecha de que el Ministerio de la Cultura ha sido encargado, a final de cuentas, por consideraciones de una vaga voluntad decorativa.

Es claro que aquí en Dioinville no pedimos la renuncia de Susana Baca a quien de- seamos mu- chos acier- tos en su gestión. La renuncia que sí nos interesa denunciar es la renuncia al espíritu crítico de quienes hasta hace poco rasgaban sus vestiduras sosteniendo la necesidad dramática de tener un Ministerio de la Cultura... y ahora muestran una dudosa complacencia, o hablan bajito, o se mantienen en cauteloso silencio.


(1) Dirigida por Hal Ashby. Basada en una novela del escritor polaco-norteamericano Jerzy Kosinski.
(2) Sobre el sorprendente origen de la música afro peruana, ver el interesante libro de Haidi Feldman “Ritmos negros del Perú”

5.6.09

Color local

La luz se hizo sombra y nació el indio...”, Alicia Maguiña, limeña, blanca



“Negra quiero ser, color del carbón, color del carbón...”, Alicia Maguiña, limeña, blanca


Únicamente despertar una mañana convertida en un grotesco escarabajo sería comparable a lo que sucedió a la actriz Jimena Lindo después de que dijera inadvertidamente en su programa de TV algo que fue interpretado de muy variadas maneras. Muchos quisieron entender algo así como que Magaly Solier, colega suya, estaba en Cannes pugnando por vender coloridos chullos (o paquetes de chuño) a la gente glamorosa ahí reunida con motivo del célebre festival de cine. La muchacha atribuyó toda la responsabilidad de la imputación al nulo profesionalismo de la prensa y se rehusó a hablar más del asunto.


Estaríamos ante un caso de conmoción espiritual de alguien que siempre se juzgó a sí misma partidaria de todas las formas posibles de benevolencia y sobre todo inobjetablemente antagónica al racismo. Repentinamente, un leve incidente lingüístico dio lugar a que los medios de comunicación la convirtieran en sospechosa, no únicamente de racista sino también -o además- de envidiosilla. Blanca Nieves repentinamente convertida en la Reina Malvada. Había razones de peso para que su universo se desencajara y se tornara poco hospitalario.


Siendo mi país, El Perú, semejante un Jardín del Edén en cuanto a biodiversidad, es también un lugar donde el racismo ha desarrollado cualidades miméticas admirables gracias a las cuales se mantiene vigoroso y campante. Una curiosa consecuencia es que en El Perú, no es de buen parecer el mencionar la color de las personas, ni nada que haga olas sobre el tema racial. Lamentablemente esto suele limitar las cualidades expresivas del lenguaje, especialmente las del escrito. En aras de la inteligibilidad, tendremos que tomar las licencias debidas de la sólida ética que nos distingue, y mencionaremos los colores de la gente. También haremos necesarias y peligrosas abstracciones, pero tenemos la certeza o por lo menos la esperanza de que algo diremos.


Justicia no hay en el mundo
Hace unas semanas un tabloide explícitamente derechista publicaba fotos en que se podía apreciar la impericia ortográfica de una congresista notoria por exhibir militantemente su indigenismo. El director del diario, blanco, limeño y nieto de la figura histórica de la izquierda peruana, se ganó por esta razón los adjetivos más duros de sus críticos. La gran mayoría de ellos no dudaron en acusarlo abiertamente de racista.


Hay que considerar que en nuestro bienamado país una persona de piel blanca sindicada como racista a gritos por los medios de comunicación, ya sea bella y talentosa o nieta de prohombre, ya no tendría la tranquilidad espiritual necesaria para caminar por Gamarra o el jirón de la Unión, ya no podría ir a la Cachina ni asistir al estadio, sin el temor de ser “ajusticiada” por los ingentes ejércitos de cobrizos agraviados.


Algo así debe haberle pasado a Aldo Mariátegui desde que su diario hizo escarnio de los errores ortográficos de la congresista cusqueña por lo que fue señalado, entre otras cosas como racista. Y también, aunque en un grado muy distinto, a la actriz Jimena Lindo que semanas después pasó a ser la racista de turno.


Ella (blanca, limeña y también exitosa actriz en el medio local) deslizó en su programa, dedicado a “la movida cultural”, que Magaly Solier (india,huantina, actriz cinematográfica de corta pero muy exitosa carrera cinematográfica internacional) debía estar en Cannes “vendiendo chullos” (o chuño), cuando no desconocía que estaba en el célebre Festival de cine como invitada a la presentación de una película que protagonizaba. La conductora, se ganó sus críticas también pero a diferencia de Mariátegui, fue tratada con guantes de seda por los “líderes de opinión”, por algunos defensores de los derechos humanos y finalmente hasta por la supuesta agraviada. Menos inocente pero extremadamente diplomático, el sicólogo y estudioso de la materia Jorge Bruce, blanco, limeño, si pareció advertir que había algo del “imaginario racista” que afloraba por ahí. Pero quien si fue implacable, hay que decirlo, fue el árbitro en la materia de APRODEH, Wilfredo Ardito, zambo, limeño, activista anti racismo, quien encontró que las expresiones vertidas por la bella, manifestaban racismo al igual que en el caso Mariátegui.

Señor… ¿por qué los seres no son de igual valor?
Ante un hecho claro e inconmovible, a algunos les parece evidente que hay una manifestación racista y otros curiosamente no hallan el menor asomo de tan desprestigiado sentimiento. Acaso esto ilustre que El Perú es un país tan permeado por el racismo que se ha hecho necesario determinar varios “niveles de racismo” y una frontera muy subjetiva según la cual algunos son tolerables y otros no. En realidad, muy pocos peruanos como el Sr. Ardito se mantienen tan seguros acerca de la justeza de su criterio respecto al racismo. Por algo existen frases como “el que no tiene de inga tiene de mandinga” destinada a llamar al orden a quienes se exceden en ínfulas de pureza racial y el no menos memorable “todos somos cholos”.


Inevitablemente la frontera arbitaria parece haber obrado en los casos referidos para exculpar a la una y para condenar al otro... ¿Qué habría pasado si Aldo Mariátegui hubiera sido quien soltó lo de la venta de chullos?...


Los peruanos en su mayoría han rehusado a reconocerse como indios y han abrazado la fantasmagoría de la choledad. Este supremo acto de distanciamiento de nuestros antecedentes raciales, para intentar privilegiar un porciento indeterminado de aporte sanguíneo europeo, demuestra por contraste que los peruanos estamos permanentemente atentos a la discriminación racial. Nadie más sensible a la discriminación que los discriminadores habituales.

Por lo tanto, cuando en El Perú se acusa a una persona singular de racista, deliberadamente o no, se está exponiendo la integridad física de ese ser humano a un riesgo efectivo. Al señalar a un racista en medio de una multitud de cobrizos, se está proponiendo agazapadamente que alguien lance la primera piedra para librar al mundo de una nociva alimaña. El acusador intenta transferir a la muchedumbre sus iras santas instándola a la ejecución de quien ya han condenado sumariamente al suplicio.


Publicar enfáticamente que un blanco notorio es racista en medio de una multitud de cobrizos implica por lo menos una mala voluntad hacia su integridad física y es atentar contra sus derechos humanos.


Quienes excusaron a Jimena, la beneficiaron, para nuestro regocijo, con una pena leve y se asumía la protección de su invaluable integridad física. En cambio los adversarios del menos afortunado Aldo Mariátegui sí que lo expusieron a la vindicta pública con la marca del racismo. Las razones fueron seguramente de naturaleza política y vinieron de quienes tienden a reducir la práctica política a eliminar, encarcelar o meter al manicomio a todos sus adversarios como medio para acceder al poder, excusándose así del viejo expediente de la confrontación política en términos democráticos.

24.10.08

Magaly en llamas

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She wouldn't take shit from no one/
She wouldn't bow down or kneel/
Authorities, they hated her/
Because she was just too real.

aproximadamente, Bob Dylan


A la ilustre Madama Roland se atribuye la frase “Oh, libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre”. A diferencia de nuestra Magaly, la formidable política francesa dijo su frase mientras era conducida al cadalso donde la aguardaba el medio frontón invertido, la puerta sin batientes que habría de separar el cuerpo de la altiva testa. Cuando se arriesga el cuello en el ejercicio de la política, la profesión suele adquirir dignidad. Y no me refiero sólo a la del verdugo.

En su camino a la prisión, nuestra Magaly, dejó también su modesto legado al acerbo de las futuras generaciones “es el precio que hay que pagar en el Perú por decir la verdad”. Esa verdad a la que ella aludió en su camino al encierro, se la contó uno de sus fotógrafos cuando le entregó unas fotos que había tomado. “Eran las 2 de la mañana”, le dijo. Y Magaly tuvo razones suficientes para creerle aunque no se supiera de nadie más a quien le constara esta verdad que a ese fotógrafo (el cual se ha sumido en la zona fantasma del Perú, cada vez más poblada de compatriotas). Pero nosotros le creemos a ella.

Mi devoción por Magaly es inmaculada. No sólo creo que es una mujer excepcional, inteligente, brillante, sino que sostengo además que es una mujer valiente y bella. Que nadie me acuse de objetividad.

En muchos casos y a pesar de todos mis esfuerzos, confieso que me hundo en el desconcierto moral y aliento una romántica defensa de algunos delitos: por ejemplo, admiro a los contrabandistas, a los piratas, en algunos casos justifico el robo y también el asesinato. Pero siempre con una módica condición.

Para ser audaz hay que experimentar el peligro, el heroísmo requiere arriesgar la vida o de mostrarse sobrehumano en el suplicio. Recuso la épica poltrona de los militares de parada, de los piratas con chalecos salvavidas y de los profetas obsesionados por curarse en salud. Concedo el sexo seguro, pero jamás al trapecistas de vuelo bajo y con redes. Me agrada el coyote que desafía a la migra, el narco que no ignora el precio del tráfico. Soy naturalmente adverso al heroísmo de oropel, a la delación bien remunerada, a la cobardía en defensa de sagrados intereses. Milite en la delincuencia o alrededores, quien ostenta la certeza de la impunidad, es despreciable y merece ser privado de todos sus derechos humanos.

Quienes hace tiempo conocimos a Magaly envuelta en su delicado halo de norte chico, y hemos sido testigos de su transfiguración (que es gloria y estandarte de la cirugía plástica nacional), pero también sabemos de su coraje y de su audacia, no podemos hacer otra cosa que admirar en ella la voluntad avasalladora de provinciana, de mujer, de chola que ha abierto nuevos ámbitos para la raza. También su singularidad. Nadie que haya tenido comercio con Magaly puede negar que ha tratado con una mujer excepcional.

Thomas De Quincey deslizó dudas sobre la real importancia de los filósofos que en su paso por el mundo no hubieran sido objeto de algunos intentos de asesinato. Creo que un razonamiento análogo para los periodistas que nadie quiso encarcelar es admisible.

Por esta razón, desde la egregia tribuna que me concede Dioinville, asumo esta modesta defensa de la diva y alzo mi voz para protestar por la pena de 5 meses de prisión que ella está purgando. Creo que 5 meses de prisión es muy poco para una promujer como Magaly y que una pena tan absurda avergüenza a la administración de justicia del Perú.

Mientras que muchos -tanto afamados como infames- han pasado por el mundo sin conocer siquiera la recepción de una comisaría, muy pocos (pero entre ellos los más grandes) han probado señaladamente los rigores del encierro: escritores como Fray Luis de León, César Vallejo, Ezra Pound, Louis Ferdinad Celine, Dostoiesvsky, Juan Carlos Onetti, Arguedas, Carpentier. Políticos universales como Haya o Fidel Castro, líderes ecuménicos como Ghandi y Mandela.

Por supuesto, no nos interesa que Magaly sea periodista o algo parecido. Ella nos agrada, y no nos importa un rábano el oficio que ejerza. El hecho es que la pena es insuficiente.

Algunos periodistas que ejercen la escritura efectiva (pero sobre todo los otros, los de la tele, que pueden eximirse de la necesidad cultivar las letras), aun cuando niegan a Magaly el estatus de miembro de la orden, han hecho uso de su caida en desgracia, para deslizar un reclamo de patente de corso. Como los lamentables compañeros de viaje de la dulce Bola de Sebo, aprovechan su martirio, para reclamar para si una especie de fuero privativo o república de plumíferos.

Cual doncella de Orleans achicharrándose entre las llamaradas y las siniestras fumarolas de la hoguera, nuestra Magaly purga su insultante condena en Santa Mónica.

Mientras tanto, en otros ambientes mucho más pulidos y respirables, el angélico coro del IPYS reclama la despenalización de la difamación o algo parecido, en previsión a ofensas futuras que pudiera hacerse a la democracia en el ocasional pellejo de los periodistas (pero también para ponernos a tono con lo más avanzado de la legislación mundial, como corresponde a un país que estos bienaventurados aun no han terminado de civilizar).

24.8.08

En el nombre del perro


Un caso de extraviado nominalismo

El “perro viringo”, o “perro calato” es una bestia nacional cuyo mérito inmanente es la persistencia. Cuando la raza del señor de Sipán (entre otras) se abandona alucinada a sentir orgullo por el caballo de paso y emprende otra guerra contra Chile por la paternidad del pisco y del suspiro a la limeña, este guapo animalito emerge con paso gracioso, agitando el rabo desde la bruma de los tiempos con su esplendorosa afirmación de realidad.

Durante la infancia de este croniqueur en la desconcertante “Ciudad de la eterna primavera”, algunos viringos cumplieron servicio doméstico en la casa paterna. Y aunque su paso por el mundo fuera truncado por inoportunos vehículos, los animalitos nos dejaron la experiencia de su cálida proximidad, su piel de lija y una maciza certidumbre acerca de su dual nombre común: viringo o calato.

Muchos años después, un bienaventurado escribiría sobre él, que es “un perro tan peruano como el caballo de paso”. Para entonces estos admirables ejemplares de la fauna nacional (me refiero a los canes) habían cobrado enorme celebridad y soterradamente también habían cambiado de nombre genérico. Ahora, inverosímiles expertos en lanas de perro los denominaban “Perro sin pelo peruano”.

Muy pocos, canes o humanos, pisan el áspero suelo de la costa peruana con tanto donaire y pertenencia como el Viringo o Calato. Y esto se debe a que vienen trasegando los arenales algunos milenios antes de que los caballos aprendieran su pasito coquetón, cuando ya se había tornado innecesario pisotear indios en las guerras de la conquista.

Aunque el viringo o calato no tiene todavía ningún programa de televisión y está a salvo de que Chabuca Granda le componga un valsecito, su repentina apreciación en el jet set internacional de los perros finos y de los fanáticos de la eugenesia, ha crecido sorprendentemente.

Tanto que a algún comisionado de una asombrosa sociedad de cinófilos peruanos se le ocurrió (al parecer no hace mucho) utilizar un nombre que otorgue “presentabilidad” internacional a nuestro vivaz, caluroso y lampiño compatriota. Y este cinófilo, animado por algún entusiasta proyecto nacional, sustrajo al vulgo el nombre del viringo o calato y entre el universo de los nombres existentes, desdeñó todos y pergeñó uno, peregrino, candelejón y presumiblemente inspirado en el del los caballos peruanos de paso.

Pero no intentaremos seguir husmeando en los arcanos del mecanismo mental que llevó a la "invención" del fementido nombre. Estos permanecerán normalmente fuera del alcance de la mayoría de los mortales. Afortunadamente. Porque desenredar estas cotidianas madejas puede resultar peligroso: o nos hacemos los cojudos para siempre o reiniciamos nuestra habitual guerra civil.

Puedes imaginar, interétnico lector, que a algún alucinado se le hubiera ocurrido cambiarle el nombre al “bull dog” para llamarlo “perro sin ñata de la Gran Bretaña” por considerar que el nombre “perro-toro” suena muy inelegante. O por el contrario, que “perro pastor alemán” fuese un nombre falso inventado por algún teutón con ideas peculiares acerca del decoro?.

Pero no hay duda de que el mecanismo es muy ilustrativo de los procedimientos de la índole perulera que “rompió las cadenas de la esclavitud” hace casi 200 años: la continuación de la conquista por medio de los nombres: por el mismo procedimiento y por unas cuantas razones de estado, nuestra nación está casi convencida de que los indios ya no existen, de que el trago nacional es el pisco y no la chicha y que “sin pelo”, es mejor que calato.

“Tan peruano como el caballo de paso” es también una extraordinaria frase capaz de armar la gorda. Los indigenizantes opinarían que esto no es verdad, que los caballos de paso son algo menos peruanos ya que habitar el territorio con algunos milenios de anticipación debe producir alguna maldita prerrogativa. No para los asuntos relacionados con la peruanidad, responderían los criollos, blandiendo cual apostol Santiago su fervoroso proyecto nacional de facto.

Ha llegado pues el tiempo de preocuparse: alguien podría esta armando un pedigree para su “perro sin pelo peruano” que podría fácilmente llegar hasta mismísimo fomativo.

Finalmente unas palabras para los expertos del Kennel club: el perro viringo o calato, si tiene pelo.

12.7.08

Ejercicios espirituales para gente de izquierda

“con esa lógica peculiar que da el odio, juraban que nunca había pisado la China
y que en los templos de ese país había blasfemado de Alá.”

(La busca de Averroes. J.L. Borges)


Hace algún tiempo me rondaba la idea de fundar un blog en que se ejerza la crítica ilustrada de la publicidad, ésa que se emite en la chusca televisión de señal abierta, y que está diseñada para el vasto público. Acaso no lo he hecho todavía por el temor de que el tema resulte muy exigente y me obligue a escribir demasiado seguido.

La historia de la publicidad en la televisión ha sido pródiga en comerciales de triste recordación, desde los sosegadamente estúpidos hasta los ofensivos y los francamente racistas en un país en que “todos somos cholos” y los indios son una especie ya extinta. Y puesto que los comerciales pretenden ejercen su ansioso influjo en el espacio de lo deseado, siempre encontrarán un caldo de cultivo rabiosamente fértil para el disparate.

Del ejercicio de la crítica, siempre me ha atemorizado la necesidad de hacer juicios éticos y estéticos en base a opiniones irremediablemente subjetivas. Tal vez no haya otra manera.

Tiempo atrás, ejercí con fervor el anticlericalismo por una razón fundamental: me negaba a aceptar que los curas se arrogaran por costumbre, prestigio, o derecho divino la pericia infalible para distinguir entre el bien y el mal. De entonces, me queda el espíritu de desconfianza contra cualquiera que pretenda imponerse como arbitro de la decencia, de la inteligencia, o de la corrección política. Un espíritu de franca abominación, contra los bienaventurados que se computan ungidos por nacimiento (o algo) para ejercer el apartheid de la inteligencia y la decencia, y cuyos mas conspicuos representantes en los tiempos actuales ya no son curas, al menos en apariencia.

El ámbito de la propaganda política es especialmente aciago. Todos los gobiernos o partidos, que recuerdo desde el gobierno militar, han practicado una política propagandística improvisada, poco elegante, poco original, pero a veces no poco efectiva. El partido aprista, tan segregado por sus detractores de los exclusivos predios del esprit de finesse, tiene el curioso galardón de haber utilizado las propagandas políticas más recordables o polémicas en los últimos 30 años: extraídos al azar, están el spot “el Apra es el camino” de los 80 (basado una memorable secuencia de la película Cabaret), el spot en que Alan cantaba “y se llama Perú” a duo con el zambo Cavero, y para los más jóvenes, el spot de las estrellitas animadas bailándose un perreo chacalonero.

De otros partidos políticos, el único spot que recuerdo, es el sensacional “El incháustegui” y como caso singularísimo de las canteras de la izquierda (aunque fuera de la TV) se recuerda los el despliegue de cubos de cartón en los postes de alumbrado de la lideresa Gloria Helfer, y a ella misma planeando cual pelícano sobre las contaminadas aguas de la Costa Verde y Larcomar.

Por otro lado, el reciente spot del Partido Aprista en que se muestra a Montesinos declarando en un juicio público que “en la década del 90, el Sutep nunca hizo una huelga al gobierno del presidente Fujimori” no ha fue efectivo en su voluntad de socavar el paro parcial del 9 de julio porque fue torpedeado por una andanada de críticas por parte de los analistas políticos y agitadas clamorosamente por los medios.

El resultado fáctico es indiscutible: El partido de gobierno ha sufrido una derrota en el ámbito mediático. El spot tenía potencialmente grandes posibilidades de conmover a la opinión pública porque su mensaje era esencialmente verdadero (ninguno de los analistas políticos podría negar que en los 90 el SUTEP mantuvo su beligerancia muy por debajo de los estándares habituales). Aunque haya sido el mismo Satanás el que lo afirmara, la proposición es estadísticamente constatable.


¿Qué pasó, medita el contrito, con estos acontecimientos?
Muchos recordamos al diablito que dice por una oreja que nos reventemos la plata mientras que en lo otra oreja un angelito nos dice que mejor ahorremos en el banco. Para persuadirnos de ahorrar, el angelito requiere de una pequeña ayudita del maligno. Evidentemente, en los anales del mundo de la publicidad, el procedimiento de utilizar al demonio no es nuevo, lo que sí parece serlo sorprendentemente, al menos en nuestro país, es la discusión de temas éticos concernientes a la publicidad. Lo cual me parece una práctica encomiable.

Sin embargo, es novedoso que el uso publicitario de fragmentos de testimonios judiciales hayan venido a causar una conmoción moral de esta naturaleza. Por el contrario, existen antecedentes en que fueron aceptados con relajo y hasta fueron celebrados por su ingenio por muchos de los que acaban rasgar teatralmene sus vestiduras.

El primero que recuerdo de hace unos años, fue el de uno de los videos en la “salita del SIN” en que Montesinos aparecía diciendo que “Del Castillo no era de los conversables” y abogando por contra, a favor de quien hoy es el primer ministro. El spot político que usó el fragmento, nunca lastimó el tejido moral de nadie, hasta donde recuerdo, y más bien debe haber ayudado a la elección del mencionado Del Castillo.

Otro caso es más reciente. En las primeras sesiones del llamado “juicio del siglo”, interrogado el ex-presidente sobre si conocía de un caso “que hasta había salido en Caretas”, Fujimori declaró que “en ese tiempo él no leía Caretas”. La mentada revista utilizó esta última frase para una exitosa campaña publicitaria por radio y TV en que se usaba la cita del reo con la previsible moraleja de que para estar debidamente informado nunca se debía dejar de leer Caretas.

A pesar de todos estos antecedentes, el partido aprista, que posee un record de propagandas memorables perdió clamorosamente con el reciente spot: se criticó virulentamente el uso de Montesinos como argumento político y se acalló totalmente el contenido del spot: la blandura del Sutep con la dictadura de los 90 y su bravura con los gobiernos de origen democrático.

Cuando he conversado sobre el tema con algunos de mis virulentos amigos izquierdistas, al principio se han sorprendido de que un uso publicitario de Montesinos o Fujimori tuviera antecedentes tan cercanos, y a continuación han buscado diferencias de naturaleza ontológica inaceptables: “una cosa es usarlo para vender una revista y otro es usarlo en contra del Paro Nacional” en franca violencia contra el imperativo categórico kantiano.

No es el reclamo de un doble estándar lo que inspira a Montesinos para decir que es lícito cometer delitos cuando se trata de una buena razón de estado?

Pero el hecho político no admite discusión: el spot fue un descalabro cuyo resultado debe ser atendido cuidadosamente por quien concierna. Hay quienes no necesitan pertenecer ni al partido del comandante Humala, ni a Patria Roja, (el único partido de izquierda en actividad fuera de períodos electorales), gente que no están en extrema pobreza, que no sufre expoliación ni contaminación por parte de las mineras, gente no excluida sino todo lo contrario, gente que está entre las personas a quienes favorece el actual estado de la economía y que a pesar de éso ha aceptado la sutil pero no inocente invitación a criticar el famoso spot.

19.8.07

El huevo de Vanini. Una interpretación mística

Gracias a la voz de alarma que recibimos de un amigo nuestro, Mario Tejada, solidarizán-dose con el hombrecillo de espaldas, nos enteramos con retraso del escandalete suscitado en el último Festival de Cine de Lima.

Aquí en Dioinville nos entusiasma la teoría según la cual no sólo los filósofos y/o los místicos pueden acceder a La Verdad mediante férreas disciplinas de toda una vida. La verdad QUIERE y eventualmente llega a mostrarse a los seres humanos, aun a pesar de ellos.

Estas exposiciones, a veces peligrosas, pueden generarse por causa natural como por ejemplo un bello atardecer o un ataque de epilepsia; o de manera artificial en lo que, con no poca frecuencia, alguna forma de arte está involucrada. Sin embargo se trata de discretos intersticios y no de portones. Estos pueden quedar abiertos para siempre... por el contrario, los intersticios son efímeros y sólo nos conceden una breve pero intensa conexión con La Verdad a la manera de un guiño o un repentino rayo de sol en un día brumoso.

Todo comenzó hace 2 semanas cuando un joven impetuoso con un aire entre Luke Skywalker y Austin Powers, entrevistó a un caballero apellidado Vanini, funcionario de la Biblioteca Nacional, sobre el Festival de Cine que anualmente organiza la Pontificia UCP. Vanini, semiólogo autodidacta, deconstruyó con algo de teatralidad los extraordinarios mensajes aglomerados en el afiche del festival. Lo singular del acontecimiento fue que Skywalker grabó la entrevista con su cámara de video, lo yutubeó y lo linkeó en su blog “La habitación de Henry Spencer” generando, que yo sepa, la primera conmoción superestructural originada en un video de internet en el Perú. (ver el video)

La causa de la celebridad del video fue que en él, Vanini afirmaba “en plena fiesta del cine”, que el afiche del festival tenía contenido racista. Despachándose además con otros conceptos urticantes, como “izquierda caviar”, “políticamente correcto”, “alumnos de Gonzalo Portocarrero” entre otras blasfemias. La tempestad opinática se desencadenó en amplio espectro: desde las proximidadades al etno cacerismo, hasta las acusaciones consabidas de “acomplejado”, “resentido social” y otros eufemismos cuidadosamente diseñados para aliviar de la inclinación a decir “cholo de mierda”.

Si se hubiese tratado de un bar o discoteca exclusivos, Ripley, un comercial de Leche Gloria, el escándalo estaría dentro del margen de lo regular. IDEHPUCP, APRODEH, IDL, habrían puesto el grito en el cielo. Se habría convocado a un plantón, a un pasacalle y pocos días después todo habría vuelto “a la normalidad”. Esta vez la cosa no era tan sencilla porque, a pesar de la existencia de intermediarios, la Pontificia UCP estaba involucrada. ¿Quién entonces podría defendernos?

Una inspección simple al afiche (ya que los afiches no se componen para los semiólogos) no dejan lugar a duda: hay contenido racista y/o excluyente y/o elitista, sasonado con un tufillo argentinizante. Sobre las intenciones profundas de los responsables de la publicación del afiche no existe duda: por más fama de avezados que tengan los publicistas, no habrían osado provocar una rabieta a sus empleadores, los jerarcas del Centro Cultural. Por otro lado, ellos, los que aprobaron y autorizaron la publicación del afiche de marras, tampoco se habrían atrevido a mellar el nombre inmaculado de la Pontificia.

¿Qué fue entonces lo que impidió que desde el proceso de creación del afiche, hasta el momento en que los obreros salieran con sus latas de engrudo a pegarlos por todos los barrios de Lima, nadie -pero nadie- se pudiera percatar de lo evidente, hasta que el señor Vanini se presentara y les pusiera el huevo sobre la mesa?

La respuesta que podemos ensayar aquí es la siguiente: los publicistas fueron inspirados por el Espíritu Santo y nadie vio nada por una milagro del Señor. No hay que olvidar que se trata de una universidad Pontificia y Católica.

Una amiga mía que militó en la trinchera trotskista en muchas de las gestas del fundo Pando allá por los 80, me confesó que cuando hacía poco había visitado la sede de su Alma Mater, había quedado conmovida por el nuevo “panorama social” que presentaba, lo cual me atrevo a interpretar como un asunto relacionado fundamentalmente a la pigmentación.

Tal vez El Afiche deba entonces verse como una epifanía del sagrado temor que suscitan los nuevos matices epidérmicos de los nuevos chicos de la católica. Una voluntad de escapar del sino fatal que los persigue en sus pesadillas más inconfesables y los obliga a hacerse fuertes en esta especie de bunker de Camino Real.

Los que se han sentido incriminados han manifestado furias, resentimientos, alguna medida de contorsionismo ético o discursivo, o bien silencio de muertito. Creo que estas reacciones culposas son innecesarias: observemos con buen espíritu el afiche que nos ha deparado momentos de suprema lucidez: veremos que muestra muy bien la naturaleza del Festival, y que nada tiene que ver con el "cómo quisiéramos que fuera", o "cómo sería si fuese de nosotros". Espantarse por incontestable realidad carece de sentido.

Además la razón por la que el Festival quiere ser peruano (pero de preferencia para blancos), de Lima (pero más bien en San Isidro), de cine (pero con teatrista a la cabeza), es probablemente la misma razón por la cual TU ya no vives en la calle Gallinazos o el Jirón Ica y ni siquiera en Breña, sino en una anónima pero bien guachimaneada callecita de San Borja. “El Afiche” pues tiene la extraordinaria cualidad de iluminar por un segundo la vasta oscuridad que transitamos: incomprensibles fuegos fatuos para muchos, rayo fulgente en el Camino de Damasco para otros.

7.1.07

Seis consejeros buscando a quién aconsejar

Estas son algunas conclusiones sobre las opiniones de los consejeros del CNE revisadas en el artículo anterior:
1) Ninguno de los consejeros opinantes está de acuerdo con ésta evaluación por inútil y/o por inoportuna o por ser fruto de un exabrupto presidencial. Ninguno de los consejeros se pronuncia sobre la posición del SUTEP de no ir a la evaluación.
2) Los consejeros concuerdan en que ésta evaluación adolece de defectos técnicos y/o éticos.
3) El consejero Barrera Bazán perteneciente al SUTEP, no opina.
4) Las medidas mencionadas por los consejeros para abordar la solución del problema educativo son:
- Se debe mejorar la condición material del maestro
- Se debe priorizar la puesta en marcha del Proyecto Educativo Nacional
- Se debe dar la nueva ley de la carrera pública magisterial
- Se debe implementar un “Sistema Nacional de Evaluación, Acreditación y Certificación de la Calidad Educativa”
5) Queda en evidencia que el Misterio, o no está pidiendo consejo a los consejeros o que los consejeros no está siendo escuchados. Puesto que el CNE debe opinar de oficio sobre temas concernientes a la educación, tendría que expresar una posición institucional concerniente a esta evaluación, aunque no sea del agrado del ministerio o del SUTEP.