11.5.06

Memorias de la guerra sucia

Una de las quejas más banales de la primera fase de la elección presidencial peruana ha sido la del grupo político que quedó tercero. Ellos acusaron a los 2 primeros de haber motejado a su lideresa como "la candidata de los ricos". Es casi un mal chiste, pero pareciera que a los estrategas de Unión Nacional la producción de esta frase poco ingeniosa los agarró desprevenidos.


Es claro que un algún sector de los votantes de Lourdes Flores pertenecían o a la riqueza, o a la extrema riqueza. Pero, ¿acaso El Perú tiene 3 millones de ricos?... Entonces ¿Hay justificación para la lisura de motejar a Lourdes como "la candidata de los ricos"?... Es muy discutible. Pero entre muchos de sus partidarios existe la opinión de que esa acusación fue causa determinante de la derrota.

Generalmente, sin embargo, los candidatos no ignoran que el escenario político peruano está lejos de ser el reino de los buenos modales. Alan García sabía por ejemplo que le iban a decir asesino, corrupto, mentiroso, incompetente, loco, etc. todo lo cual le fue dicho en todos los tonos. Igualmente, Humala sabía que lo que a él le tocaba era asesino, cachaco autoritario, bruto, improvisado, títere, apañador de reciclados de todo pelaje. Ante este panorama de apocalípticos atributos, ser solamente la "candidata de los ricos" ya no luce tan terrible.

Buscando racionalizar la debacle electoral, los partidarios de Lourdes Flores resaltan la llamada “guerra sucia” y la sindican como determinante para la derrota. Sin afirmar que fuera el único error, es interesante que coincidan en reconocer como el error principal “el no haber respondido a tiempo” a la terrible injuria.

¿Qué pasa con la autoestima de los ricos?
Según toda apariencia en el Perú no hay peor estigma que ser “el candidato de los ricos” y esto nos debe llevar a preguntarnos qué hay tan de malo en ser ricos. (Para quienes nos hemos pasado la vida intentando vanamente llegar a ser ricos, éste es un tema francamente perturbador)

Ignoro cómo serán las campañas políticas fuera del Perú, pero aquí, aun si se prueba lo contrario, todos los candidatos afirmarán que son el “candidato de los pobres" y nadie, pero Nadie se atreverá a decir con dignidad "soy el candidato de los ricos ". ¿Por qué, señor, los seres no son de igual valor?

A favor de nuestros políticos debemos decir que por fortuna todavía nadie se ha atrevido a dar el salto y mandarle a alguien la chapa de “candidato de los blancos”. ¿Será sólo cuestión de tiempo...?

¿Es que somos realmente un país de resentidos en que la envidia se ha entronizado? La constatación de este fenómeno nos sume en siniestras cavilaciones y aporta argumentos a los desesperanzados que afirman que somos una republiqueta inviable.

Preferimos imaginar en las próximas elecciones algún redentor de los ricos que salga al frente con algún eslogan como:
- Somos ricos y qué
- Si, somos ricos pero queremos que todos los demás también lo sean
- Somos el partido de los peruanos emprendedores exitosos
- Somos el partido de los peruanos que sabemos como se hace la riqueza
Pero aun así, un éxito electoral de tal hipotético candidato sería muy sorprendente para decir la verdad.

Por otro lado, el mismo hecho de que los ricos intervengan en política debería proponer con justicia esta interrogante:
Si los ricos nunca pueden llegar a gobernar el país, ¿cómo es que han podido hacerse ricos?. Y si ellos no han necesitado ser gobierno para hacerse ricos, entonces ¿por qué se esfuerzan tanto en llegar a gobernar?

No será que así como la izquierda tiene éxito en lograr la supervivencia uniéndose fervorosamente al outsider de turno, así los ricos dejan relajadamente que las elecciones las gane cualquiera para luego "unirse" suavemente a él.

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